Opinión

El paro de la CGT fue una medida para los sindicatos y no para los trabajadores

"En general, miles de trabajadores, decidieron concurrir a sus lugares de trabajo como si fuera una jornada normal, ya que entienden que el paro no da ningún tipo de respuestas a las demandas concretas de la gente".

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Alejandro Cuellar por Alejandro Cuellar | 13-05-2024 15:00

El paro del 9 de mayo organizado por la CGT fue una medida para los sindicatos y no para los trabajadores. Un ejemplo concreto grafica la situación: solo en el sector comercial, entre el 70 y 80 por ciento, mantuvo su actividad.

En general, miles de trabajadores, decidieron concurrir a sus lugares de trabajo como si fuera una jornada normal, ya que entienden que el paro no da ningún tipo de respuestas a las demandas concretas de la gente. Quienes no lo pudieron hacer, sufrieron la consecuencia del impacto por la falta de transporte, factor fundamental para obturar el libre derecho a trabajar.

Por otra parte, el presidente de la Cámara de Comercio y Servicios (CAC), Natalio Grinman dijo que “los paros generales nunca sirvieron para nada. En 40 años se realizaron 46 paros y la Argentina está peor”. Desde el exterior, el asesor político Jaime Durán Barba sostuvo que “la medida es un paro de aparato, no de gente”.

La Confederación General del Trabajo (CGT), justificó las acciones en protesta contra el ajuste del gobierno de Javier Milei y la reforma laboral de la ley de Bases que se debate en el Senado. Recordemos que luego de 4 años de ostracismo durante el fallido gobierno de Alberto Fernández, la central obrera se despertó e impulsó la segunda medida de fuerza, a casi cinco meses de gestión del gobierno constitucional elegido por el pueblo.

Los proyectos oficiales de ley de Bases y la reforma laboral terminaron “raquíticos” en comparación a su presentación original. Muchos de los recortes se hicieron bajo presión de la propia CGT. Pero sin embargo, a título de demostración de fuerzas, no solo al gobierno, sino también a senadores, gobernadores y a la propia interna del justicialismo, “cuatro señores” sin ningún nivel de credibilidad, decidieron parar el país produciendo pérdidas por 500 millones de dólares.

Pero la catarata de amenazas no termina con las expresiones de la cúpula de la CGT. Desde la Unión Ferroviaria, el secretario general del sector, Rubén “Pollo” Sobrero, advirtió sobre el llamado a un “paro de 36 horas” en caso de no obtener respuestas del gobierno, tras la huelga del 9 de mayo.

No cabe ninguna duda de que personajes como Sobrero están más preocupados en no perder sus privilegios, que en garantizar el funcionamiento del “destartalado” sistema ferroviario argentino.

El impactante choque de trenes la semana pasada en un viaducto de Buenos Aires, en donde se conecta la capital con la periferia suroeste, dejó un saldo de 90 heridos, sin víctimas fatales. Confirma el nivel de desidia de una dirigencia que no está a la altura de los acontecimientos y que aun así se resiste al cambio.

La ley de bases devaluada como está, viene a terminar con los privilegios y a recuperar la confianza en el país en base a la previsibilidad. En cuanto a la reforma laboral, en pleno siglo XXI, en donde el mundo cambia vertiginosamente, no se puede seguir aferrado a una legislación de hace 50 años. Esto explica por qué en Argentina no se crean nuevos empleos desde el sector privado. En los últimos años, el empleador más importante en Argentina es el Estado. 

Volviendo al paro del 9 de mayo, sabemos que el derecho de huelga está contemplado en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional. Lo que está “opinado”, es el sentido de la oportunidad. Evidentemente su realización no ha sido oportuna.

Vale la pena entonces destacar algunos ejemplos de cómo se aplica el derecho de huelga en otros países del Mundo. En Suiza las huelgas son poco habituales, ya que hay una tradición de intentar negociar para evitar un conflicto laboral. Allí, los convenios colectivos de trabajo tienen una cláusula sobre la denominada “paz del trabajo”, es decir, el compromiso sindical de no convocar huelgas.

“Resolver los problemas a través del diálogo, en lugar de enfrentarnos, es algo que llevamos en los genes”, afirma Hansjorg Schmid, portavoz de la Asociación Suiza de Empleados, que agrupa a unas setenta asociaciones de asalariados del país. Esta tradición, está arraigada en nuestra sociedad y se refleja también en la democracia suiza,” explicó el dirigente.

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