Opinión

El Presidente debe definir su rol en una Argentina que se mueve en los extremos

Javier Milei, el cambio en el Gabinete y los problemas eternos del país.

Columna Cuellar - Milei
Columna Cuellar - Milei

Alejandro Cuellar por Alejandro Cuellar | 03-06-2024 13:00

Tras la caída del Pacto de Mayo, el presidente Javier Milei acusó el golpe político y decidió reconfigurar su gobierno. La primera medida fue desplazar a Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete y reemplazarlo por el “multifuncional” Guillermo Francos. Milei entiende que el rol de un jefe de Gabinete debe ser el de una suerte de “Premier” como ocurre en otros destinos como en Europa, Canadá o Italia. La diferencia está en que en esos Estados históricamente las estructuras institucionales fueron creadas así, no porque los presidentes tengan dificultades con la política. El caso del Presidente argentino es atípico ya que llegó al poder renegando de la política y en el ejercicio de sus funciones su relación con la supuesta “casta” está deteriorada.

Milei ejerce su contraofensiva ante los supuestos ataques de los sectores políticos en la red X. “La forma en que yo use mis redes sociales es un problema personal mío. Si quieren versiones oficiales, que lean las versiones oficiales, a mi cuenta de X la manejo como todo ciudadano, ¿o acaso por ser presidente tengo menos libertades que el resto de los argentinos?”, comentó el primer mandatario en la revista norteamericana Time.

Esta metodología trajo como resultado la demora de seis meses para la todavía irresuelta sanción de la Ley Bases que llegó con cierta “robustez” al Congreso y saldrá “raquítica” si finalmente el oficialismo consigue los votos. Esta situación altera el carácter del Presidente. Sin embargo, ahora se muestra un poco más atenuado como consecuencia del desembarco de Francos en la jefatura de Gabinete de Ministros.

Recordemos que la Jefatura de Gabinete de Ministros (JGM) fue incorporada a la Administración Pública Nacional en 1994, año en que la Constitución Nacional fue reformada. En ese sentido, el JGM es un ministro elegido por el Presidente que coordina el Gabinete y la administración general del país y tiene, entre otras funciones, la responsabilidad de rendir cuentas una vez al mes al Poder Legislativo por el desempeño gubernamental.

Milei de esta manera consolida su plan de convertirse en una “celebrity”, figura reconocida a nivel internacional por sus características disruptivas y  su claro fanatismo en torno a las ideas libertarias, que piensa seguir difundiendo por el mundo, delegando el cargo de la administración del Estado en el mismísimo Guillermo Francos.

Milei se atribuye el liderazgo de la defensa de los intereses de la libertad en el mundo, pero tenemos en claro que ninguna institución oficial ha avalado este galardón, que se autoimpuso el propio Presidente. Sí debemos reconocer que su figura despierta cierta inquietud en amplios sectores sociales del mundo, que vienen demostrando interés por escuchar sus ideas.

Pero aquí hay un dilema a resolver. Tarde o temprano el Presidente deberá definir su rol durante estos cuatro años difíciles para un país con una fuerte tradición presidencialista. Yrigoyen, Perón y Alfonsín no fueron precisamente difusores de sus ideologías, sino que hacían de presidentes. La realidad es que a seis meses del inicio de su mandato, Milei se eyecta de los problemas cotidianos de la gente y busca desentenderse, vinculándose con figuras importantes del mundo procurando atraer inversiones. Los capitales llegarán a la Argentina el día que comprueben que los argentinos apuestan por el plan libertario invirtiendo ellos primeros y luego habrá algunos intentos internacionales de radicación en el país, siempre y cuando Argentina haya restaurado la confianza. En el mundo el factor confianza cotiza como una commodity.

Por otra parte, los inversores observan en otros territorios planifican en materia de obras de infraestructura, servicios de comunicación y redes de contención para los sectores más vulnerables. La Argentina en este capítulo está “floja de papeles” ya que no puede mostrar coordinación en ninguno de estos segmentos. De modo que tenemos un Presidente que se reúne con los Ceos de las empresas tecnológicas más importantes del mundo para hablar de inteligencia artificial (IA) o de polos tecnológicos y simultáneamente aquí no podemos terminar desde hace 20 años un gasoducto para abastecer con gas a todo el país u organizar un sistema de transporte de pasajeros ágil y moderno como funciona en otras naciones. En el terreno social hay una prioridad que exige resultados inmediatos y no somos capaces de organizar una logística para repartir leche en polvo y entregarla a los más vulnerables como quedó demostrado en las últimas horas.

Tenemos problemas con las prioridades y siempre vamos de un extremo a otro. Esto implica problemas en la resolución de los temas cotidianos más urgentes para la gente. Estos señores talentosos que se reunieron con el Presidente, viven en sociedades en donde estos problemas están resueltos. Debemos ordenar lo esencial, lo imprescindible para funcionar y luego salir al mundo y traer las ideas o las inversiones necesarias, para que podamos crecer. 

El debate ideológico es para los libros, para los historiadores y para las conferencias; especialmente para quienes no tienen funciones de gobierno. La sociedad exige pragmatismo a sus funcionarios ya que los problemas no son ni de izquierda ni de derecha. Son problemas. En el mundo no se discute ideológicamente si es necesario hacer una represa o un gasoducto: se presupuesta y se hace.

Hace 80 años, José Ortega y Gasset pronunció una frase célebre en una conferencia en Buenos Aires: “Argentinos, a las cosas”.

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